jueves, 8 de enero de 2015

"Eppur si muove"

Quizás llegue un día en el que sea capaz de retratar con palabras todo el sufrimiento que nos rodea. En el que mis lágrimas traspasen la pantalla o el papel y caigan en vuestras manos. Un día en el que el hambre, la marginación, el maltrato, la violencia, la injusticia, la desesperación o cualquiera de las desgracias que diariamente conviven a escasos meridianos de nuestras cómodas vidas sea capaz de hacéroslas sentir con tan sólo unas breves líneas. A partir de ese día, si llega, podréis llamarme escritor. De momento, no me siento más que un aprendiz de alquimista, un aspirante a transformar en vulgares palabras  aquello que, como voyeur irredento, descubro a mi alrededor; a veces en el mundo real, y otras, con esa imaginación que me delata, que me libera permitiéndome compartir con vosotros fugaces esquinas de un mundo en donde me gustaría convertir lo imposible tan sólo en contingente.
Las navidades, fiestas o como leches prefiráis llamarlas ya se han terminado. Se acabaron las felicitaciones, los buenos deseos, esos abrazos —incluso en ocasiones auténticos— con los que la mayoría nos permitimos reconfortarnos a nosotros mismos cada vez que nos vamos a la cama, convencidos de que la alegría que acabamos de proporcionar ha conseguido resultar convincente. ¿Pero qué importa? Las navidades son cuatro días y nos queda el resto del año para seguir con nuestras hogueras encendidas, de orgullos, envidias, avaricias, odios y desprecios, olvidos y caparazones en los que nos encerramos, ya no únicamente para protegernos de los desastres que nos negamos a ver sino de los que aún viéndolos nos convierten en invulnerables porque sabemos que pertenecen a un entorno que por distante lo creemos ajeno.
¡Vale, se acabaron las lucecitas de colores y cada mochuelo a su olivo! Los reyes se vuelven para Oriente —aunque ese Oriente, el real, está lleno de familias rotas que necesitan bastante más magia que la que durante una noche los magos nos han procurado—. Y a la estrella que luce en todos los belenes le apagamos los kilowatios porque a ver quién paga la factura de la luz con las cáscaras de langostinos que nos han quedado en la visa.
Aunque… no sabría definir lo que sucede pero algo está cambiando, o nos está cambiando. Yo, este año he visto menos sonrisas vanidosas, de hecho he visto menos sonrisas pero más miradas cómplices. No he visto lágrimas fingidas porque no he visto lágrimas, sino ojos queriéndose llenar de esperanza. Ha habido abrazos de los que me ha costado deshacerme, y despedidas que no lo han sido porque esta vez sí, esta vez hemos intercambiado las llaves de las casas en las que estamos dispuestos a seguir compartiendo durante el año lo que cada uno sea capaz de poner sobre la mesa.
Y ahora que parece que todo ha acabado no consigo abandonar la sensación de que no ha hecho más que empezar. 2015 ha sido declarado como año internacional de la luz, a primera vista me parece una tontería, como pudiera ser el día mundial del soltero, el día internacional de Internet o el día mundial de la cosmonáutica. Acaso, una mayoría, esa mayoría a la que siempre nos toca buscarle nuevos agujeros al cinturón, estemos despertando del sueño artificioso al que unos cuantos, esos que siempre han dominado el mundo, nos indujeron.
Quizá, y pese a esos pocos, estemos aprendiendo a mirarnos a la cara como humanos y hermanos que somos. Tal vez, aunque esos pretendan que todo siga igual para continuar engordando sus bolsillos, algo se esté moviendo, y aunque tengamos que decírnoslo al oído, esta vez estoy convencido:  “Eppur si muove”.

Oscar da Cunha

 8 de enero de 2014